viernes, 8 de mayo de 2020

Vacío.

¿Qué ocurre cuando desaparece la ilusión? Cuando sientes que el tiempo pasa y no te lleva con él, pero sí que lo hace porque ves que todo pasa y tu no. Cuando aceptas que el tiempo supera las cosas más rápido de lo que tú vas a hacerlo jamás, y te das cuenta de que intentar frenar el tiempo es intentar encender una vela en contra del viento. No sientes, pero sientes demasiado. No ves, pero lo ves todo, y está al revés. Cuando se desvanece esa cálida sensación que te acompañaba a cada rato y que te insistía para ser y hacer que las emociones no fueran sueños sino realidad.

¿Qué ocurre cuando aquello que dejaste que fuera el motivo de tu despertar traiciona tus sentidos y se va? ¿Qué haces cuando es el vacío el que te llama y no su voz? No puedes negarte a la tentación de cambiar, de transformar todo lo que un día fue. Necesitas hacerlo desaparecer, pero no puedes quitar de tu vida aquellas partes que te hacen ser quién eres. Porque ese eres tú, ese ser roto en mil pedazos en cuyo interior solo existe el vacío. Y cuando crees que el vacío es demasiado pequeño para albergar tanta desolación y demasiado grande para que quepa en tu interior, lo sientes. Sientes esa punzada de dolor, de rabia, de odio, que te despierta del trance y te hace continuar buscando una salida del vacío al que ahora llamas hogar. 

¿Qué ocurre cuando la realidad ya no es ligera sino pesada y te quita hasta el último aliento? Tus esperanzas no son sólidas y ya no las distingues de aquello que pudo ser y no será. Ves como lo normal se esfuma y se vuelve retorcido y caótico, devolviendo a tu vida la locura de las inseguridades incipientes y recuerdos desbocados. No eres capaz de permanecer estable en un sueño tan real que duele y que no te deja despertar. Y piensas que el destino al fin existe y que si no es cruel y es justo entonces es tu ser el que no es merecedor de nuevo de tal embriaguez llamada felicidad. 
La felicidad es algo que te queda demasiado grande, algo superior a ti, algo que no mereces, pero sí lo haces. Porque si alguna vez un ser ha merecido esa intoxicación y euforia, has sido tu. Has sido ese ser roto cuya realidad es pesada, cuyos sueños no son realidad, cuyo motivo para despertar es el vacío que llena su cuerpo. Y lo sientes. Y lo crees. Y lo ves. Ves como poco a poco la intoxicación que hacía de tus emociones sueños vuelve a ser ligera, amable y embriagadora. Como el vacío es demasiado pequeño para hacer trizas tu ser y demasiado grande para ser real.